Corrupción gubernamental en Puerto Rico le da municiones a Trump

Maribel Hastings

¿Qué puede ser peor que los insultos del presidente Donald Trump a los puertorriqueños tras el paso del huracán “María” en septiembre de 2017? Darle municiones al presidente para que siga atacando a Puerto Rico.

Y quien le ha dado municiones a Trump es el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, al generar su propio huracán político Categoría 5, primero con las acusaciones de corrupción contra funcionarios y ex funcionarios de su administración, y luego con las barbaridades escritas en un chat del mandatario con sus principales asesores, jefes de agencia e incluso cabilderos, destilando machismo, homofobia, prepotencia, crueldad, insensibilidad y vulgaridad.

Pero el chat plasma además potenciales violaciones de ética o delitos porque se habla de usar los aparatos de seguridad del Estado para perseguir opositores y fabricar casos, de usar fondos públicos para asuntos políticos partidistas, y permitir que un cabildero participara en el chat teniendo acceso a información privilegiada, entre otras cosas.

Roselló, hijo de un ex gobernador de la Isla, Pedro Rosselló, fue visto por algunos sectores de su Partido Nuevo Progresista (PNP), que aboga para que Puerto Rico se convierta en el estado 51 de Estados Unidos, como una prometedora figura política que por su juventud traería nuevas ideas para el progreso de la Isla y la causa de la estadidad.

Claro está, Rosselló fue electo en medio de la debacle económica de Puerto Rico y la imposición de una Junta de Supervisión Fiscal para manejar las maltrechas finanzas de la Isla por años de malos manejos, que culminaron en una deuda pública impagable con sus terribles secuelas para trabajadores y retirados, entre otros sectores severamente afectados.

Luego, en septiembre de 2017, Puerto Rico fue azotado por los huracanes “Irma” y luego “María”, dejando a millones a oscuras y sin agua durante meses, en algunos casos por más de un año, destruyendo cosechas, negocios, socavando la industria turística y muchas otras, y provocando un éxodo de boricuas hacia Estados Unidos, especialmente a la Florida Central.

Lo que vino después ha sido ampliamente reportado. Trump visitó la Isla, lanzó rollos de papel toalla a los damnificados y dijo que la asistencia a Puerto Rico estaba afectando al presupuesto federal, aunque esa respuesta federal fue patética tras el paso de “María”.

Lo digo con conocimiento de causa, pues viví el huracán y sus secuelas. Se nos trató como ciudadanos de segunda, de forma muy distinta a otras jurisdicciones de Estados Unidos que el mismo año enfrentaron desastres naturales. Luego Trump se peleó con líderes locales, minimizó la cifra de muertos que según análisis independientes fueron más de 3,000, y se ha opuesto vehementemente al envío hacia la Isla de recursos federales para casos de desastre. Su argumento ha sido que en Puerto Rico hay corrupción.

El gobierno de Rosselló, quien está afiliado al Partido Demócrata en Estados Unidos, también fue criticado por su respuesta inicial, por decir que solo habían perecido 16 personas tras el paso del huracán, y por el caótico proceso de suministro de agua y alimentos a las zonas más devastadas. Todavía hay más de 30,000 hogares sin techo, cubiertos con los toldos azules que reparte FEMA.

Rosselló enfrentó a Trump y en una entrevista con la cadena CNN se le preguntó si sentía que estaba lidiando con un bully, a lo que Rosselló respondió que “si el bully se acerca, le daré un puñetazo en la boca”, aunque luego aclaró que lo dijo metafóricamente.

Pero quien se ha autoinfligido un tapabocas ha sido el propio Rosselló. Por meses se especulaba que miembros de su gabinete y de su administración estaban involucrados en esquemas de corrupción hasta que la semana pasada el FBI arrestó a su ex secretaria de Educación, Julia Keleher; a su ex directora ejecutiva de la Administración de Seguros de Salud de Puerto Rico (ASES), Angie Ávila, así como otros empleados y contratistas, incluyendo el ahora ex presidente de la firma de contabilidad BDO en Puerto Rico, todos por presuntamente participar de esquemas de corrupción con fondos federales dirigidos a programas de educación y salud.

Se esperan más arrestos de alto nivel.

Pero en medio de este terremoto político, vino otro bombazo al hacerse público el contenido del chat donde Rosselló, su más cercano equipo de asesores, algunos jefes de agencia e incluso cabilderos “liberaban tensiones”, según el mandatario, revelándose comentarios machistas, refiriéndose a funcionarias como putas, ataques homofóbicos contra políticos y figuras como Ricky Martin, utilizando vulgaridades para referirse incluso a integrantes de su propio partido político y líderes legislativos, fraguando campañas para perseguir opositores; burlándose de todo, incluso de muertos y de la condición en que quedaron las casas humildes destrozadas por el huracán “María”.

En fin, que Rosselló y sus secuaces se mostraron como realmente son, sin tapujos. Su clasismo, sexismo, prejuicios, la típica actitud de los niños bien acostumbrados a hacer como quieren, pues siempre salen salvados, quedó a la vista de todos.

Pero dicen que a cada chancho le llega su Navidad y muchos piensan que los días de Rosselló como gobernador están contados. Mi padre vive en Viejo San Juan, cerca de la calle donde se ubica el Palacio de Santa Catalina, la mansión ejecutiva que ocupa Rosselló con su familia. Estoy aquí con mi padre y este fin de semana centenares de manifestantes han marchado pidiéndole a Rosselló la renuncia.

Pero aunque dimita, ya hizo daño, y uno de esos es haberle puesto en bandeja de plata a Trump razones para que se llene la boca diciendo que la corrupción arropa a Puerto Rico.

Por funcionarios corruptos pagarán justos por pecadores.

Maribel Hastings

Maribel Hastings