Cuando AT&T reveló su intención de comprar Time Warner a finales de 2016, la compañía de transmisión de vídeo Netflix valía apenas el 18 por ciento del valor bursátil combinado de estos gigantes de las telecomunicaciones y los medios.
Desde entonces, el número de suscriptores de Netflix ha crecido en más del 40 por ciento, y su valor se ha disparado hasta alcanzar 60 por ciento del valor combinado de AT&T y Time Warner, una unión que ahora está a punto de completarse, tras ser aprobada en una corte estadounidense esta semana.
La clara conclusión del juez Richard Leon — que una respuesta válida a la aparición de los gigantes digitales es la consolidación entre los titulares — tendrá efectos de gran alcance. Al día siguiente, Comcast intentó interrumpir la adquisición de 21st Century Fox por parte de Walt Disney con su propia oferta nueva de US$65 mil millones. Y lo que sucede en la industria de los medios actualmente podría algún día convertirse en la moda entre los minoristas, conforme intentan contrarrestar la competencia en línea; o entre las compañías de tecnología de la información tradicionales, las cuales enfrentan la amenaza de un puñado de nuevos gigantes de la computación en la nube.
Si la integración vertical como la que persigue AT&T es la respuesta correcta es otro asunto. El historial de combinar distribuidores con productores de películas, música y programas de televisión es definitivamente variado.
Hace casi dos décadas, cuando Time Warner se fusionó con AOL y, más tarde, Vivendi adquirió Universal, los consumidores aún preferían la pantalla de televisión y los CD, y las redes de banda ancha estaban apenas en su infancia. Pero los hábitos de los consumidores han cambiado mucho. Escuchar música en teléfonos móviles — o incluso ver series de televisión completas — ahora es lo normal.
El desafío para los integradores verticales sigue siendo agregar más valor que el que sustraen. Uno de los riesgos siempre ha sido que los incentivos dentro de las compañías integradas de producción/distribución las llevarán a favorecer el material producido internamente, lo cual reduce su disposición a competir en un mercado abierto. Otra es que usarán algunos servicios para subsidiar otros, lo cual devalúa partes de la cartera.
Pero estas preocupaciones se ven superadas por la urgencia de encontrar formas para contrarrestar la nueva ola de gigantes digitales integrados verticalmente y orientados directamente al consumidor, no sólo Netflix, sino también Amazon, Apple y la plataforma YouTube de Google.