Todo el mundo anda compartiendo esta foto con orgullo, el estadio repleto de colombianos en la Copa América, ondeando banderas amarillas. A primera vista, podría parecer un motivo de celebración, pero al profundizar, encontramos una realidad más compleja.
En lugar de júbilo, deberíamos cuestionarnos: ¿cuántos de esos miles de compatriotas son turistas emocionados por un partido de fútbol? ¿Y cuántos son aquellos que, desesperados, han dejado atrás su tierra natal en busca de una vida más digna?
Colombia debería ser un lugar donde todos quisiéramos quedarnos, pero la realidad es diferente. Cada día, al menos 1200 personas abandonan el país, no como turistas, sino como exiliados económicos.
Los obreros, los lavaplatos, los valet parking de muchos países somos nosotros, incluso aquellos con estudios avanzados, se ven forzados a emigrar. No es una elección fácil. Es una lucha por sobrevivir con dignidad.
Entonces, ¿por qué celebramos un estadio lleno? ¿Por qué ondeamos banderas con fervor? La respuesta está en la paradoja: en medio de la euforia, olvidamos que esa multitud también representa el dolor de la partida.
Nadie se atreve a mirar más allá de los goles y las victorias. A esos que ustedes ven como hinchas apasionados, son personas que huyeron de un lugar en donde no se puede vivir, buscaron dignidad y la patria lejos, no solo en los estadios, sino en sus hogares.
“Si no le gusta váyase”