Si atendemos las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, de que Latinoamérica experimentará una contracción económica este año equivalente a lo sucedido tras el crack del 1929, y que su PIB caerá 5.2%, estaríamos ante un panorma calamitoso. Pero la región cuenta con dos factores muy poderosos que podrían hacer cambiar esas proyecciones.
Primero, la actual crisis no es netamente económica, aunque los efectos de la pandemia han afectado el orden económico; además que, de ser económica, el proceso de recuperación duraría mas.
El segundo factor importante es la fortaleza exportadora de la región que hace pronosticar un eventual proceso de recuperación a corto plazo.
Eso si, el impacto del virus en la economía se ha sentido. El colapso en los mercados de productos, sobre todo en el precio del petróleo, ha puesto en serias dificultades a Venezuela, Ecuador, México, Colombia, Brasil y Argentina.
La fuerte caída en el precio de otros productos también ha hecho estragos. Por ejemplo, el cobre es un motivo de preocupación en Chile (primer exportador del mundo) o Perú, dado que las exportaciones se elevan al 30%.
Pero tal recuperación dependerá mucho de cómo también se recuperen sus principales socios, China y, en menor medida, Estados Unidos. Esta dependencia se manifiesta en la participación de los países latinoamericanos en cadenas de producción globales, paralizadas debido a las cuarentenas y las restricciones de movilidad.
Brasil y México han tenido que detener sus cadenas de producción en el sector automovilístico o de electrónica ante la parálisis de proveedores chinos de productos intermedios.
Asimismo, la caída en la demanda de China y Estados Unidos ha sacudido a la región. A México le ha afectado con relación a EE. UU.; Perú, Brasil y Argentina, cuentan con Asia como principal destinatario de sus productos.
La inestabilidad política, la corrupción, el estancamiento económico y la ineficiencia en las administraciones públicas son otros ítems que han jugado en contra de Latinoamérica, en medio del COVID-19.
Pero la apertura gradual de las economías, en áreas tan importantes como el turismo, la buena salud del sistema financiero y las efectivas medidas que este sector tomó para hacer frente a la pandemia, unido a las favorables perspectivas económicas de China, que según las proyecciones será la única economía grande, junto con India, que se espera crezcan en 2020, hacen presagiar una rápida recuperación de latinoamérica.
Así, la región tiene una gran oportunidad de salir de esta crisis vinculando, por ejemplo, la ayuda nacional o internacional a la inversión a la necesaria mejora de los servicios públicos e infraestructuras y la adopción de medidas medioambientales.