La aplicación de la tecnología “blockchain” es vista como una de las grandes promesas de la agricultura para mejorar la trazabilidad de los alimentos, repartir ayuda o mejorar la transparencia, aunque está por ver que tenga beneficios similares para los pequeños productores.
La igualmente llamada “cadena de bloques”, introducida hace una década con la moneda encriptada bitcóin, es un registro donde se inscriben las transacciones digitales de manera verificable, permanente y anónima sin intermediarios.
“Se han hecho muchas promesas sobre lo que el ‘blockchain’ puede hacer. Nosotros evaluamos en un ambiente experimental si esas promesas pueden ser verdaderas”, explicó a Efe Rachel Halsema, miembro del Laboratorio de Tecnología e Innovación del Grupo del Banco Mundial, creado en 2017.
En las largas cadenas de alimentación, donde es difícil seguir el rastro de los productos desde su elaboración hasta su venta, se pretende usar esta tecnología, todavía en fase incipiente, para lograr una mayor eficiencia.
El citado laboratorio ha lanzado una convocatoria para trazar con “blockchain” el aceite de palma, tantas veces asociado a la deforestación, con el fin de que los pequeños agricultores independientes proporcionen datos que demuestren que sus prácticas son sostenibles y, en tal caso, recompensarlos.
También hay prototipos que tratan de identificar los cocos en su viaje de Indonesia a Holanda o las etapas de producción de la uva de mesa en Sudáfrica.
La marca holandesa de comercio justo Moyee Coffee quiere abrirse a los consumidores para que sepan cuánto del valor que pagan se queda en Etiopía, de donde proceden los granos de café, y cuánto va al extranjero, explicó recientemente en un acto en Roma uno de sus responsables, Sander Govers.
Hasta 350 agricultores han sido entrenados para aumentar la producción cafetera y trazarla desde el origen, después de lo cual se crea un bloque por cada paso en la cadena y se introducen los datos en el sistema, incluyendo los contratos con los productores y el resto de transacciones.
Una máquina de inteligencia artificial determina la calidad y cantidad de los granos para fijar los pagos, y al final el consumidor ve toda la información mediante un código QR (de respuesta rápida) colocado en la parte inferior del producto, según Govers.
La estrategia va dirigida a los potenciales compradores que, estando dispuestos a pagar más si hay garantías de que los agricultores están bien remunerados, no terminan de fiarse de los sellos tradicionales.
En los últimos cuatro años, a nivel global se han invertido más de US$5,000 millones en explorar las posibles aplicaciones del “blockchain”, según datos recogidos por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura.
Si en el sector financiero se está probando esa tecnología para entender mejor el funcionamiento de las inversiones, en el mundo de la ayuda al desarrollo se piensa en ella para la entrega de dinero a los más necesitados, las remesas y las compras públicas.
En Jordania, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) proporciona fondos a más de 100.000 refugiados sirios, que lo reciben en cuentas de “blockchain” donde se pueden verificar todas las transacciones.
Ante la dificultad de que los bancos otorguen préstamos a los refugiados por falta de confianza, la agencia ha hallado una alternativa con la que asegurarse de que los beneficiarios perciban el dinero.
“Es eficiente, transparente, seguro y confidencial. En año y medio hemos transferido 19 millones de dólares a poblaciones vulnerables”, explicó la especialista del PMA Hila Cohen, que espera replicar la experiencia en el Cuerno de África.
La experta de la Universidad de Wageningen (Holanda) Lan Ge destacó que la cadena de bloques ofrece el “paradigma de la confianza distribuida”, favoreciendo la transparencia con transacciones automatizadas y datos inalterables.
Un problema que surge es el de cómo comprobar que el producto y los datos que de él se capturan son exactos o, dicho de otra forma, que las transacciones físicas se correspondan con las digitales, ya que el “blockchain” no valida esa información.
Asimismo, Ge citó otros retos pendientes, como incrementar la escala de los proyectos piloto, digitalizar el sector alimentario para hacerlo más sostenible o desarrollar estándares para implementar esa tecnología “disruptiva”.