Nueva York busca convertirse en una de las principales referencias mundiales en el estudio de las criptomonedas con el lanzamiento de dos iniciativas, una estatal y otra municipal, dedicadas a su análisis, posible regulación y desarrollo en sus variables de negocio.
Así, el estado de Nueva York arrancó 2019 poniendo en marcha un grupo de trabajo específico para “proveer al gobernador y al Congreso estatal de información sobre los efectos del uso generalizado de las criptomonedas y otras formas de divisas digitales y sistemas asociados”.
Mientras tanto, la ciudad de Nueva York aprobó la creación de un “Blockchain Center”, una institución de financiación público-privada que “desempeñará un papel central como punto de acceso al creciente ecosistema de las “cadenas de bloques”, al proveer a los emprendedores y otros innovadores de espacios compartidos, apoyo a los negocios y orientación”, detalla este organismo en su web.
Tanto una como la otra buscan estudiar cómo Nueva York puede convertirse en un referente para el mercado de divisas electrónicas, con un ambiente regulatorio que proteja al consumidor, y también cómo la tecnología puede ser utilizada para crear puestos de trabajo y atraer nuevas empresas y oportunidades de negocio.
Ambas medidas surgen después de un año nefasto para las criptodivisas, cuya moneda digital de referencia es el Bitcóin, que el año pasado se dejó más del 80% de su valor, pasando de los casi 20,000 dólares por bitcóin a finales de 2017 a los actuales 3,600 por unidad.
Esta criptomoneda carece de un banco central o administrador único y se basa en la tecnología “blockchain” o “cadena de bloques”, que funciona como un libro contable y público cuya seguridad radica en que la información es compartida entre todos sus usuarios y resulta difícil de falsificar.
“Nadie sabe por qué las criptomonedas crecieron tanto hacia finales de 2017 ni tampoco por qué los inversores perdieron interés en ellas tan rápido”, explica el economista David Yermack, que da clases sobre criptoactivos en la Escuela de Negocios Stern, perteneciente a la Universidad de Nueva York.
Preguntado por Efe acerca de la volatilidad mostrada por estas divisas y si es necesaria o no una regulación, Yermack evita responder: “Estos son activos muy arriesgados y solo invertiría en ellos con mucha cautela”, zanja.
A pesar de que se trata de productos financieros de riesgo cuya caída ha arrastrado a “start-ups”, empresas y particulares, esta misma semana JPMorgan Chase, el mayor grupo bancario de Estados Unidos, anunció la puesta en marcha de una criptomoneda propia en fase de pruebas para pagos entre cuentas institucionales y de negocio a negocio, el JPM Coin, mediante “blockchain”.
Esta es la primera moneda digital respaldada por un banco, que permite el acceso a su red, y con una relación 1:1 con los dólares americanos.
Sin embargo, tras conocerse la puesta en marcha de este programa piloto ha sido criticada por algunos expertos, ya que al tratarse de una tecnología de acceso restringido y privado, no puede considerarse una criptodivisa propiamente.
“Yo diría que, en general, los criptoactivos llegaron para quedarse y cambiar el mercado. Sin embargo, se puede pensar que la moda o el furor ya pasó, y que ahora no veremos fluctuaciones de precios tan exageradas”, cuenta a Efe la directora para España y Latinoamérica de eToro -portal especializado en inversiones en monedas digitales-, Tali Salomon.
Para Salomon, que no cree que el rápido ascenso y posterior desplome del bitcóin se debiera a una “burbuja”; “nunca es malo ser el pionero” a la hora de integrar las criptomonedas o la tecnología de “cadenas de bloques”, aunque “eso significa encontrarse con más dificultades, ya que se necesita un tiempo natural para que la sociedad evolucione”, explica.
Mientras Nueva York desarrolla estas instituciones para avanzar en cómo adoptar esta tecnología, algunos estados de EE.UU. como Ohio o países como Malta ya han hecho grandes avances a la hora de utilizar estos activos en sus transacciones diarias.