Los bancos centrales mundiales podrían inclinarse hacia las divisas digitales

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La gran crisis financiera sembró la desconfianza en el orden monetario global, generando bitcoins y una miríada de criptomonedas de imitación.

Gracias al proyecto de Facebook, Libra, se puso de manifiesto un problema relevante que alarmó a los Estados Unidos y a sus altos funcionarios. La amenaza al poder incomparable de los Estados y de los bancos centrales para controlar la creación de dinero fue tal, que las monedas digitales respaldadas por los Estados ahora parecen inevitables.

En ese sentido, los bancos centrales han invertido recursos considerables para intentar resolverlo. Además se han dado cuenta de la amenaza que representan las iniciativas privadas.

Pero confiar en el plan que diseñan los organismos públicos conlleva riesgos. Los libros de contabilidad centralizados contendrían cantidades alarmantes de información sobre el comportamiento de sus ciudadanos.

El dinero digital oficial también podría acelerar la desaparición del efectivo, ya afectado por la pandemia.

Conscientes de la probable reacción del público, los banqueros centrales seguirían produciendo moneda física. Pero los costes de imprimirlo y distribuirlo tienen menos sentido cuanto menos se usa.

Por otra parte, el rápido desarrollo de una moneda digital del banco central de China podría alterar el orden monetario global: Pekín quiere desafiar el dominio del dólar como moneda de referencia mundial. Un yuan digital aceleraría ese objetivo y evitaría las redes de pago transfronterizas rivales de occidente, como Swift, que EE.UU. utiliza para imponer las sanciones.

Finalmente, sería mejor invertir tiempo y esfuerzo en actualizar las redes de pago existentes en lugar de buscar opciones que, a pesar de toda su innovación, podrían crear más problemas de los que resuelven. Dado que Libra (de Facebook) ya no es una amenaza inminente, los bancos centrales no deberían apresurarse. Con tantos desafíos a considerar, es vital hacerlo bien.

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