Basta echar un vistazo a la tabla periódica para encontrar los metales preciosos numerados en ella. Conocidos por todos, sobre todo por los inversores, son el platino, el oro y la plata. De hecho, sus precios y fluctuaciones suelen acaparar algunos titulares.
Menos conocidos son el paladio y el iridio, sin embargo otros como el rodio ya lleva disponible años como metal de revestimiento en forma de barra y el rutenio se ha consolidado en el mercado a finales del año pasado, cuando su subida de precio fue increíble.
Y ahora es el momento del octavo metal precioso: el osmio.
El Instituto del Osmio de Alemania ya ha anunciado su lanzamiento al mercado mundial de metales preciosos a partir de esta semana.
Con sede en la ciudad alemana de Baierbrunn, la entidad actúa como órgano de dirección global para introducir, certificar y comercializar de forma internacional el osmio cristalino para ofrecer también nuevas oportunidades a las industrias mundiales de joyería, pero también a los mercados de inversión que centran sus miradas en las materias primas.
Las propiedades del Osmio
La especial posición del Osmio en la tabla periódica y en el mercado, implica unas propiedades extraordinarias.
Entre todos los metales preciosos, el Osmio es el más raro y el de mayor densidad.
Además, su módulo de volumen y resistencia a la abrasión supera incluso a la de los diamantes. De hecho, al enfriarse se convierte en un superconductor que puede transportar electricidad sin pérdidas.
Aquellos que han tenido la oportunidad de tener el Osmio en sus manos están de acuerdo en que es el metal precioso más bello. La razón es que el Osmio brilla. Lo hace porque está formado por millones de pequeños cristales unidos a una superficie.
Mientras que en su forma cruda es un polvo gris, venenoso y poco espectacular, al cristalizar de forma similar al carbono en la fabricación de diamantes, el Osmio cambia su estructura cristalina.
Este proceso hace que el Osmio no sea tóxico para temperaturas de hasta 400ºC y, por lo tanto, que sea estable para todos los fines prácticos. Lo más importante es que la cristalización origina un brillo único, el llamado “brillo del Osmio”, en su superficie. Y es así, en su forma cristalina, cuando es absolutamente inofensivo.
Marion Langenscheidt, que tiene su sede en Nerja y dirige el Instituto del Osmio asociado en España, añade: «Debido a su intrigante historia, sus propiedades especiales y su rareza, hay muchas razones para que el Osmio se convierta en el nuevo elegido tanto para los diseñadores de joyería como para los inversores».